jueves, 25 de julio de 2013

La Arquitectura Futurista.

La arquitectura futurista surgió a comienzos del siglo XX intentando rechazar la estética tradicional y ensalzar la vida contemporánea, basándose en dos temas principales: el movimiento y la máquina. Su propósito fue despertar a Italia de la apatía cultural en que estaba sumida desde fines del siglo XYIII, que atacaba museos y academias, al culto de lo antiguo y a todo el arte italiano. Su principal precursor fue el arquitecto y urbanista italiano Antonio Sant´Elia. Sus dibujos mostraban edificios marcadamente verticales, en ocasiones con ascensores (elevadores) exteriores y surcados por calles o avenidas elevadas. Estos proyectos utópicos, así como sus exhortaciones sobre el uso de los nuevos materiales industriales, hacen que sea considerado como uno de los pioneros del movimiento moderno en la arquitectura. El problema de la arquitectura futurista no es un problema de readaptación lineal. No se trata de encontrar nuevas formas, nuevos perfiles de puertas y ventanas, ni de sustituir columnas, pilares. Es decir, no se trata de dejar la fachada de ladrillo visto, de revocarla o de forrarla de piedra, ni de marcar diferencias formales entre el edificio nuevo y el antiguo, sino de crear la casa futurista, de construirla con todos los recursos de la ciencia y de la técnica; satisfacer noblemente cualquier necesidad de nuestras costumbres y de nuestro espíritu, pisotear todo lo que es grotesco, pesado y antitético a nosotros (tradición, estilo, estética, proporción), creando nuevas formas, nuevas líneas, una nueva armonía de contornos y de volúmenes, una arquitectura que encuentre su justificación sólo en las condiciones especiales de la vida moderna y que encuentre correspondencia como valor estético en nuestra sensibilidad. Esta arquitectura no puede someterse a ninguna ley de continuidad histórica. Debe ser nueva, como nuevo es nuestro estado de ánimo.



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